Nym era un chico extrovertido, simpático, alegre, tranquilo
para algunas cosas, nervioso para otras, bastante cabezota y a veces se creía
un poco más espabilado de lo que era en realidad. Era de mediana estatura y su
cabello era negro como una noche de verano. Tenía unos ojos marrones oscuros y
creía que con su mirada podía enamorar a quien se propusiera. Siempre había
creído que sabía cómo funcionaba todo a su alrededor. Había crecido pensando
que era bastante inteligente para su edad. Era un chico que solía caerle bien a
todo el mundo. También era bastante persuasivo, pero eso sólo ayudaba a que se
creyera más inteligente.
A la edad de diecisiete años, conoció a Yaris. Yaris también
era extrovertida y muy simpática. Siempre risueña. Su personalidad embrujó a
Nym, pero también ayudaron su pelo castaño (aunque al sol parecía rojizo) y sus
ojos color café que hacían que Nym se olvidara de todo lo que había a su
alrededor. Su sonrisa hacía que el más bello amanecer pareciera miserable y sus
facciones encajaban en su rostro como un puzle. Su mirada estaba cargada de
profundidad y hacía que Nym se estremeciera hasta en lo más hondo de sus
huesos. Los padres de Yaris tenían una frutería, en la cual ayudaba siempre que
podía o más bien, siempre que su padre le dejaba, ya que para él, lo estudios
eran lo más importante.
A medida que iba conociendo a Yaris, más se daba cuenta de
que algo cambiaba en su interior. Él ya conoció el amor una vez, hacía tiempo,
pero no acabó bien. Aún así, lo que sentía estando junto a Yaris no tenía nada
que ver con eso. Era como si la conociera de toda la vida. Cuando estaba junto
a ella se sentía libre, podía ser él mismo. Tenían muchas cosas en común y eso
hacía que cada vez se sintiera más a gusto con ella. Se pasaba las clases
mirándola desde atrás, observando cómo le caía el pelo por el hombro y la
espalda. Analizando sus gestos, intentando adivinar en qué pensaba. Muchas
veces ella le sorprendía mirándola, y le sonreía, a lo que él contestaba con
una rápida sonrisa y un giro de cabeza hacía la dirección opuesta. A los dos
minutos volvía a observarla. Era preciosa.
Le gustaba todo de ella. Su risa, sus expresiones, cómo
gesticulaba cada vez que le contaba algo. Nym siempre hacía preguntas, le
encantaba oír hablar a Yaris y cuanto más larga fuera su respuesta, más se
perdía entre esa melodía que era su voz. Él intentaba por todos los medios que
Yaris no supiera lo que sentía por ella. Cada vez que le ocurría un halago se
lo callaba, porque sabía que si empezaba no podría parar. Había días que quería
decirle lo mucho que la quería y escribía cartas y poemas, incluso alguna que
otra canción, pero jamás llegaba a enseñárselo. Lo que un día le parecía una
genialidad, al siguiente le parecía lo más estúpido que había escrito en su
vida. Nada era suficiente para hablar de ella, todo se quedaba corto. Para Nym,
Yaris era muy especial. Era su mejor amiga, su confidente, y su amante en sus
pensamientos.
Un día, de repente, la madre de Yaris se puso muy enferma y
ya no podía hacerse cargo de la tienda en la que trabajaba, así que Yaris dejó
de asistir a clases para encargarse de su madre y para ayudar a su padre en la
tienda. Cada mañana Nym miraba con tristeza el asiento vacío de Yaris y la
imaginaba allí sentada, con su oscuro cabello cayéndole por los hombros, sus
preciosos ojos tan expresivos, su mano apoyada en su mentón, su cara con
expresión pensativa.
Cada vez que podía iba a visitar a Yaris a su tienda, pero
casi siempre estaba ocupada llevando cajas de aquí a allá, atendiendo a los
clientes, limpiando esto y aquello. Cuando estaba libre, su mirada se paseaba
por el cielo y contestaba a las preguntas y bromas de Nym con un ademán o con
un simple asentimiento de cabeza. Nym estaba muy preocupado por ella, así que
pensó en la forma de distraerla de todos sus problemas. Le pidió ayuda a su
madre para que le enseñara a preparar una tarta de manzana ya que sabía que a Yaris
le encantaban. Con mucho esmero, fuerza de voluntad y levadura, consiguió hacer
una tarta él solo la cual lograba mantenerse en pie y además, también sabía un
poco a tarta de manzana. Una vez que la hubo terminado, se la llevó a Yaris y
sentándose los dos en un escalón en la parte de atrás de la tienda, empezaron a
comerse la tarta. Nym le preguntó qué tal estaba su madre, a lo que ella
respondió diciendo que llevaba varios días tumbada en la cama y que apenas
podía levantarse. Nym, viendo la tristeza en sus ojos, cambio de tema
sutilmente, explicándole cómo había hecho la tarta y el desastre que había
formado en la cocina. Eso logró arrancarle una sonrisa a Yaris. Nym echaba de
menos esas sonrisas. Con el tiempo ambos empezaron a distanciarse. Las numerosas
escapadas de Nym a la tienda de Yaris habían causado que sus notas bajaran, así
que apenas salía de su casa ya que se llevaba todo el tiempo estudiando. Por
otra parte, Yaris seguía ocupada cuidando de su madre y de la tienda, y no
tenía tiempo para nada.
Las notas de Nym subieron, y ese trimestre conoció a quien
sería su primera novia. Os parecerá extraño que, estando tan enamorado de
Yaris, Nym saliese con otra chica. Veréis, Nym tenía asumido que Yaris era su
amiga y que jamás habría nada entre ellos, así que intentaba sacarse a Yaris de
la cabeza como fuera. Entonces conoció a esta chica, de la cual no es necesario
explicar los detalles. Sólo decir que era la pura antítesis de Nym, de hecho
nunca supo si de verdad quiso a esa chica o si sólo estaba con ella para
intentar olvidar a su gran amor Yaris. En cualquier caso, esto causó aún más
distanciamiento entre Yaris y Nym creando así, una extraña tensión entre los
dos. Uno de los días que Nym fue a visitar a Yaris, ésta le comentó lo que
opinaba sobre su nueva relación con esta chica, ya que conocía muy bien a Nym y
sabía que algo pasaba. Le dijo que sabía que no era feliz con ella, ya que se
trataba de una chica muy problemática y la mayoría del tiempo lo pasaban
discutiendo. Sabía que Yaris tenía razón y, añadiendo el hecho de que toda esa
parafernalia era para olvidarla, Nym se sintió tan avergonzado que se enfadó
con su amiga y le espetó que él podía hacer lo que le diera la gana y que podía
estar con quisiera. Ese tono no le gustó nada a Yaris, que reprendió a Nym por
su actitud. Cosa que le gustó aún menos a Nym. Y así entraron en una discusión
que ambos lamentarían más tarde. Evidentemente, ese día no acabo muy bien. De
hecho acabó fatal. Yaris se metió en su casa dando un portazo, y por el camino
hacia su casa Nym iba pegándole patadas a todo lo que veía tirado por el suelo.
A pesar de que pasaba el tiempo, los dos seguían enfadados. Nym no volvió a
visitar a Yaris. Ella, por otro lado, se centró en su tienda y en estar más
tiempo con su madre enferma. Pasaban las semanas y ninguno había hablado con el
otro desde aquella discusión.
Un mes después, estando Nym en su habitación, subió su madre
y le dijo que Yaris estaba abajo, que quería hablar con él y que parecía
urgente. Su corazón dio un vuelco y se levantó rápidamente de la silla, pero se
lo pensó mejor, y le dijo que le dijera a Yaris que no se encontraba bien. Como
dije antes, Nym era muy terco. Todavía estaba enfadado con ella, y sabía por
qué. No soportaba la idea de que la chica a la que amaba le diera consejos de
con quién debía estar y con quien no. Y aunque no fuera justo, estaba enfadado
con Yaris porque era con ella con quien quería estar de verdad. Seguía pasando
el tiempo, y los dos aprendieron a convivir el uno sin el otro, pero no sin que
los dos sufrieran, necesitándose como nunca antes. Un día mientras paseaba, Nym
pasó por delante de la tienda de Yaris y se dio cuenta de que ésta estaba
cerrada. Se acercó más para ver si había alguna nota explicando el por qué
habían cerrado la tienda. Nada. Esa tarde Nym se puso a pensar. Se dio cuenta
de que se había pasado con Yaris, no se merecía que la hubiese tratado así.
¿Qué le había pasado? Era su mejor amiga, siempre había estado con él y le
había apoyado en todo. Además, la quería con toda su alma, no entendía cómo
había podido actuar de esa forma. Así que al día siguiente se levantó temprano
y se dispuso a hacer la mejor tarta que había hecho hasta entonces. Una vez
hecha la tarta, cogió su abrigo y con paso firme y muy decidido, caminó hasta
la casa de Yaris. La tienda seguía cerrada, así que fue hasta la puerta de
atrás, que también estaba cerrada. Llamó una vez. Dos veces. Tres veces.
Cuatro. Llamó hasta que le dolieron los nudillos. Como nadie respondía fue a la
ventana de Yaris y la llamó a gritos, cada vez más desesperado. Sin saber qué
hacer se sentó frente la tienda y dejó la tarta a un lado. No sabía qué estaba
pasando. ¿Dónde estaba Yaris? ¿Seguiría enfadada con él y por eso no
contestaba? Aún si así fuera, eso no explicaba el por qué la tienda seguía
cerrada. Angustiado e impotente, escondió su cara entre sus manos, intentando
dar respuestas a tantas preguntas. Cinco minutos después se rindió. Se levantó
y antes de irse miró hacia la puerta cerrada de la tienda y se imaginó que de
repente Yaris salía y le dedicaba una de sus maravillosas sonrisas. El motivo
por el cual la gente se desilusiona es, que soñar es gratis. Mientras estaba
absorto imaginándose la escena, una mujer se le acercó y le dijo que si estaba
esperando a que abriesen, sería mejor que se fuera a su casa. Nym,
desconcertado le preguntó que por qué decía eso. La mujer, muy solemne, le
contestó que la madre de Yaris finalmente había muerto y que Yaris se había
mudado con su padre hacía apenas tres días, pero no sabía a donde se habían
ido. Destrozado y sin poder creérselo, Nym se quedó mirando la fachada de la
tienda. Le ardían los ojos y le dolía el estómago. Se quedó allí plantado,
inmóvil. Su cuerpo se encontraba allí, pero su mente estaba muy lejos. Se había
ido. Finalmente, Yaris había desaparecido de su vida. Cuando se dio cuenta,
tenía todo el cuerpo rígido, todos los músculos apretados y doloridos. No sabía
cuánto tiempo llevaba así, parecía que hubiesen pasado horas, al menos eso le
parecía. Liberó la tensión de sus hombros, se secó las mejillas, húmedas por el
incesante paso de las lágrimas, se acercó , cogió la tarta y dejándola en el
escalón de la puerta trasera, fue de regreso a su casa, pero ésa vez tomó el
camino más largo.
El egoísmo y el orgullo son dos de los peores defectos que
puede poseer una persona. Nym se dio cuenta demasiado tarde. Es mentira eso de
“nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. La verdad es que siempre lo
supiste, pero nunca pensaste que lo perderías. La vida da muchas vueltas. Una
te puede unir a una persona y que ésta sea la más importante en tu vida, y otra
te puede separar de ella con la misma facilidad. Pero yo soy de los que creen
que de vez en cuando la vida es caprichosa, y que, a veces, te puede volver a
unir a esa persona, convirtiendo esa nueva relación en una relación mucho más
fuerte que la anterior.
No sintáis lástima por Nym ni por Yaris, ésta historia
aún no ha acabado.
Quizá, algún día, vuelvan a encontrarse….